El FMI quiere saber quién gana antes de poner plata: con los dólares justos, Massa aplica su plan de emergencia

El acuerdo con el FMI recién prevé desembolsos en agosto, no afloja la meta fiscal pro flexibiliza la política monetaria. Massa, con lo justo para llegar

 

Detrás de las declaraciones tranquilizadoras -y no exentas de cierto triunfalismo- de Sergio Massa, se esconde la verdad inocultable: el Fondo Monetario Internacional quiere negociar con las cartas vistas, y no está dispuesto a poner dinero sobre la mesa hasta no saber quién regirá los destinos del país a partir de diciembre.

De hecho, el promocionado apoyo financiero para estabilizar la economía no supone ninguno de los “fondos frescos” a los que el ministro aspiraba -con la argumentación de que el FMI debía compensar al país por los costos e u$s5.000 millones que le supuso la guerra de Ucrania y que, además, debía ablandar su exigencia en consideración al desastre climático que cortó u$s20.000 millones en exportaciones-.

Más bien al contrario, lo que quedó en claro es que el dinero que el organismo dirigido por Kristalina Georgieva apenas alcanzará para saldar el cronograma de pagos original, con el agravante de que habrá un retraso en el inicio de los pagos.

Los u$s7.500 millones llegarán en la tercera semana de agosto, es decir cuando ya se conozcan los resultados de las PASO. Esto implica saber si el candidato opositor será Horacio Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich, y cuánta ventaja le puede sacar Juntos por el Cambio a la coalición peronista.

A partir de allí, la negociación ya no será entre dos interlocutores, sino que posiblemente incorporará -aunque sea informalmente- a un tercero, a quien se le pedirá opinión sobre todos los temas que atañen al programa a aplicar a partir del recambio gubernamental.

El logro de Massa, en todo caso, es que tiene la garantía de que no caerá en default con el FMI y que, además, contará con el visto bueno para intervenir en el mercado cambiario echando mano a las reservas del Banco Central para comprar y vender bonos, así como para influir en el mercado a través del mercado de futuros. Es decir, lo que el ministro ya había hecho en abril para frenar la corrida del blue.

En aquel momento, Massa infringió una expresa prohibición del FMI, lo cual le valió el elogio de Cristina Kirchner, que vio allí un gesto de rebeldía.

Las módicas victorias de Massa

 

La otra “victoria negociadora” de Massa es que el documento del FMI, si bien “reta” al Gobierno por complicar más el cepo cambiario al adoptar múltiples tipos de cambio sectoriales, no exige una devaluación lisa y llana, hace la “vista gorda” al dólar maíz porque admite que será una forma de equilibrar la balanza de pagos. Y, en definitiva, se resigna a que el cepo durará hasta el final de la gestión Fernández.

Hay también, entrelíneas, una aceptación a que el Banco Central siga cubriendo parcialmente el déficit fiscal. Porque si bien por un lado reafirma que el Gobierno debe ceñirse a los límites en cuanto a la asistencia directa del BCRA al Tesoro, no censura la financiación indirecta que supone que el BCRA compre bonos con los cuales el Tesoro renueva sus vencimientos y obtiene nuevos fondos para seguir haciendo frente al gasto público.

Pero ahí se terminaron los módicos motivos de celebración que el ministro/candidato puede mostrar a la militancia kirchnerista. El resto del recetario de medidas sigue el manual clásico del ajuste fondomonetarista que ya se ha visto en recientes acuerdos como el de Pakistan.

Es decir, suba de tasas de interés -que deben retribuir en términos reales sobre la inflación-, aceleración del crawling peg para no agravar el retraso del tipo de cambio oficial, acelerar la suba de tarifas para recortar el gasto en subsidios a servicios públicos, profundizar el recorte fiscal en áreas sensibles como la asistencia social, las jubilaciones y el salario estatal.

“El comunicado del FMI es la mejor pieza de campaña que Grabois va a tener para sacarle votos a Massa”, ironizó el politólogo Lucas Romero, en alusión a las cláusulas de ajuste que se mantienen explícitas en el texto.

¿Un déficit fiscal para festejar?

 

De todas formas, el ministro/candidato ya dio pistas sobre cuál será su estrategia en ese punto. Días antes de que se cerrara el acuerdo, Massa dejó filtrar desde el ministerio la información de que el Fondo estaba endureciendo su postura y que quería exigirle a Argentina que llevara el déficit fiscal a un 1,5% del PBI.

Entonces, en comparación en esa cifra, mantener el 1,9% del plan original podría ser presentado ante el público como un tema en el que Massa -que, al decir de su esposa Malena, se “pone picante” en los diálogos con los funcionarios del Fondo- logró torcer el brazo de sus interlocutores.

La realidad, sin embargo, es que desde el kirchnerismo se venía exigiendo, desde comienzos de año -cuando se tomó conciencia de la gravedad real de la sequía- que la meta fiscal no sólo no debía ser endurecida sino que, por el contrario, se tendría que suavizar. En ese sentido hubo pedidos de que, al menos, se mantuviera en el 2,4% de déficit con el que el Gobierno había cerrado el 2022.

Las protestas piqueteras apuntan a los recortes en los planes de asistencia y acusan al Gobierno de seguir un mandato del FMI

Las protestas piqueteras apuntan a los recortes en los planes de asistencia y acusan al Gobierno de seguir un mandato del FMI

 

Lo cierto es que el primer semestre ya cerró con un recorte del gasto que se hace difícil de transformar en una bandera militante, sobre todo, si el propio FMI dice que es insuficiente.

Los subsidios a la energía en el primer semestre cayeron un 21% respecto del nivel de un año antes. En términos de PBI, es un 0,8%, lo cual deja buenas chances de que se sobrecumpla el tope anual de 1,5% que se había prometido al Fondo.

Pero lo más difícil de digerir para la militancia K es que, además de la energía, uno de los rubros que lideran el recorte son las prestaciones sociales – que incluyen jubilaciones y planes de asistencia-. El gasto real en esa categoría cayó 10% respecto el primer semestre del año pasado, según el último reporte de la Oficina de Presupuesto del Congreso.

Es un dato que no ha resultado indiferente a los movimientos piqueteros, que en cada acto de protesta frente al ministerio de Desarrollo Social, en la avenida 9 de Julio, denuncian que el recorte en los beneficiarios del plan Potenciar Trabajo obedece a un compromiso con el Fondo. Y es uno de los principales motivos que ha empujado a que parte de la militancia K, en abierta desobediencia al mandato de Cristina, se muestre proclive a votar a Juan Grabois.

A Masa, en definitiva, le queda un dudoso argumento para plantearle a la militancia kirchnerista desconforme: con este acuerdo, “sacamos al Fondo de la campaña electoral”.

Poco entusiasmo en el mercado

 

En el otro frente al que debe atender Massa -es decir, al que debe hablar no como candidato sino como ministro de economía- se percibe pesimismo. Los principales analistas de la city financiera destacaron que el acuerdo podrá, en el mejor de los casos, garantizar una relativa estabilidad cambiaria hasta las elecciones y una mejora cosmética en las reservas del Banco Central.

Muchos recordaron la frase de Alejandro Werner, el ex director del FMI para el hemisferio occidental, quien tras las últimas medidas de Massa interpretó: “Hay una devaluación heterogénea, desordenada y discrecional que no es lo mejor, pero son las últimas etapas de un programa muy malo, muy sucio que hizo el Fondo”.

En principio, lo que está claro es que no habrá efectivo de corto plazo. El dinero que ingrese en agosto, en definitiva, equivaldría a la suma del pago que no se efectuó en junio, más el que correspondería para la próxima revisión de septiembre.

Desde ese punto de vista, es dinero que compensaría lo que Massa tuvo que gastar en yuanes hace un mes. Pero, además, alcanzaría para cubrir los vencimientos de septiembre y octubre, respectivamente por u$s918 millones y u$s2.638 millones.

En otras palabras, el dinero necesario para llegar a la primera vuelta electoral sin que el país incumpla un pago, pero no dejará un remanente de “fondos frescos”, como era la aspiración original de Massa.

El acuerdo con el FMI le permitirá al Gobierno compensar los pagos ya realizados en yuanes y cumplir con el cronograma del año, sin un remanente de

El acuerdo con el FMI le permitirá al Gobierno compensar los pagos ya realizados en yuanes y cumplir con el cronograma del año, sin un remanente de “fondos frescos”

 

“El programa sigue, pero no habrá plata fresca. El Gobierno tendrá que seguir sacando conejos de la galera, que cada vez son más flacos y menos peluditos, para llegar a diciembre sin agotar las reservas líquidas”, planteó Miguel Kiguel, director de Econviews y ex secretario de finanzas.

De todas formas, hubo también quienes interpretaron que el FMI había sido blando en algunos puntos. Por caso, el economista Roberto Cachanosky cree que la exigencia de mantener tasas de interés positivas cuando el principal tomador de crédito en pesos es el propio Estado, es una forma indirecta de alentar el déficit.

Y, sobre todo, se percibe que el mayor “afloje” del Fondo está en la nueva meta de reservas del Banco Central, que supone un refuerzo de u$s1.000 millones, mientras que tras la revisión de abril pasado ese número había sido establecido en u$s8.000 millones. “Si no se cumple, no importa. Total, se modifica la meta”, ironizó el economista Fernando Marull.

Sin salto devaluatorio hasta enero

 

Pero, en definitiva, el gran tema que motivó a Massa y al FMI a hacer el acuerdo fue la necesidad de garantizar una paz cambiaria durante el proceso electoral. Y ese es un tema sobre el cual parece haber acuerdo en que se logrará el cometido.

Pese a las quejas sobre las distorsiones del cepo, el FMI no planteó de manera explícita una exigencia de que el tipo de cambio oficial sufra una corrección brusca. Y la expectativas del mercado pasan ahora por una corrección cambiaria posterior al cambio de gobierno.

Por ejemplo, un informe de la influyente firma de inversiones Consultatio prevé un “crawling peg” de 7% promedio hasta fin de año. Hasta que en enero del año próximo, se produzca un salto de 50% en el tipo de cambio oficial.

Puesto en números, prevé que el dólar salte desde un nivel de $383 hasta una nueva cotización de $575. Aun así, no prevé que con ese salto se cierre la brecha con el dólar paralelo, que solamente disminuirá desde un nivel de 80% hasta uno de 45%, para mantenerse todo el año próximo en torno del 30%.

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