En la provincia de Corrientes, las carreteras son la columna vertebral que conecta comunidades, impulsa la economía y garantiza el acceso a servicios esenciales. Sin embargo, en los últimos años, un preocupante deterioro en las principales rutas ha generado un escenario caótico para los sectores clave de la sociedad correntina.
Las rutas 14, 40, 41, 114, 145, 36 y 37, arterias vitales que atraviesan la provincia, están en un estado lamentable de abandono. Los baches se han convertido en trampas peligrosas para los conductores, mientras que la falta de mantenimiento general ha dejado a estas vías prácticamente intransitables.
Este problema no solo afecta el día a día de los habitantes de Corrientes, sino que también tiene graves consecuencias para diversos sectores. La producción se ve obstaculizada por las dificultades en el transporte de mercancías, el turismo se desanima al enfrentarse a viajes incómodos y riesgosos, la educación sufre retrasos en la llegada de estudiantes y profesores, la salud se ve comprometida por los obstáculos para acceder a hospitales y centros médicos, y la seguridad enfrenta dificultades en la respuesta rápida ante emergencias.
Una de las principales razones detrás de este panorama desolador es la falta de cumplimiento en la finalización de las obras de pavimentación. Tanto a nivel nacional como provincial, los proyectos viales han quedado estancados, sumiendo a la provincia en un caos logístico que amenaza el progreso y el bienestar de su gente.
Resulta desconcertante observar la pasividad de las autoridades frente a esta crisis. Tanto a nivel gubernamental como municipal, la inacción es evidente, lo que deja a los ciudadanos preguntándose qué está pasando. ¿Cómo es posible que con tantas necesidades urgentes, la gestión vial no sea prioridad? Los intendentes, en lugar de alzar la voz en nombre de sus comunidades, parecen resignados a aceptar el estado de las cosas.
Pero no todo está perdido. A pesar de la falta de liderazgo político, son los propios lugareños quienes están comenzando a organizarse y exigir soluciones. A través de movimientos ciudadanos y protestas pacíficas, están demostrando que la voz del pueblo no puede ser ignorada por mucho tiempo.
Es hora de que las autoridades despierten y asuman su responsabilidad. Corrientes merece rutas seguras y transitables, no solo para facilitar el movimiento de personas y bienes, sino también para garantizar un futuro próspero para todos sus habitantes.