En medio de esta tragedia, los habitantes de las zonas afectadas experimentan una mezcla de furia y desolación, mientras se esfuerzan por reconstruir sus vidas y brindar ayuda a los más necesitados. Las autoridades han alertado sobre la llegada de nuevas tormentas en Tarragona y las Islas Baleares.
La cifra de víctimas mortales alcanza las 202 personas solo en Valencia, según informaron los servicios de emergencia locales. Mientras tanto, los equipos de rescate continúan con la difícil tarea de identificar a las víctimas y buscar a los desaparecidos.
La magnitud del desastre ha dejado a numerosos hogares sin electricidad, agua potable y comunicación, complicando aún más las labores de rescate. En Chiva, la devastación es evidente, con calles cubiertas de escombros y barro. La alcaldesa Amparo Fort reportó la desaparición de casas enteras y teme que algunas personas hayan quedado atrapadas. Rescatistas trabajan incansablemente en la búsqueda de desaparecidos, con la esperanza de encontrar sobrevivientes.
Ante la falta de recursos y ayuda gubernamental, los ciudadanos han mostrado una inmensa solidaridad. En Paiporta y Catarroja, los residentes se organizan para llevar suministros a los afectados, mientras que organizaciones como la Cruz Roja colaboran en la distribución de alimentos.
Sin embargo, las autoridades han solicitado limitar el acceso de voluntarios a las áreas afectadas para no obstruir los caminos necesarios para los servicios de emergencia. La situación es crítica en localidades como Alfafar, donde los residentes enfrentan la escasez de alimentos y medicamentos. El alcalde Juan Ramón Adsuara manifestó su preocupación por la insuficiente ayuda ante el desastre.
Las inundaciones, consideradas las más severas en la memoria reciente de España, se atribuyen al cambio climático, que incrementa la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos. Un análisis de World Weather Attribution indica que el calentamiento global ha duplicado la probabilidad de tormentas como la que azotó Valencia. La sequía prolongada en España también contribuyó a la magnitud del desastre, ya que el suelo seco no pudo absorber la cantidad de agua caída.