La indignación recorre las calles de Corrientes mientras cientos de personas marchan con ollas vacías en mano, denunciando el abandono del Estado. La “Marcha de las ollas vacías” es más que un acto de protesta, es un grito de furia contra la negligencia gubernamental que ha sumido a miles en la miseria.
Familias enteras, desgastadas por la pobreza y el hambre, exigen respuestas ante la falta de alimentos en los comedores comunitarios y merenderos. Estos espacios, que deberían ser refugios de solidaridad, se han convertido en símbolos de la desidia estatal.
En Corrientes, entre 30 y 35 comedores y merenderos luchan por sobrevivir ante la creciente demanda de una población desesperada. El Estado Nacional, lejos de brindar el apoyo necesario, ha sido cómplice de esta tragedia al negar la transferencia de fondos y mercaderías vitales.
La situación es desgarradora: niños y niñas privados de su derecho a una alimentación digna, comunidades enteras abandonadas a su suerte. Mientras tanto, los responsables políticos se excusan en discursos vacíos, ignorando el sufrimiento que han causado con su indiferencia.
El cierre de comedores y merenderos es el trágico resultado de la inacción gubernamental. Miles de familias correntinas enfrentan ahora una realidad desoladora, sin acceso a una comida diaria y sin los servicios básicos que el Estado debería garantizar.
La crisis humanitaria en Corrientes no puede ser ignorada ni minimizada. Es hora de que los líderes políticos enfrenten las consecuencias de su abandono y tomen medidas concretas para remediar esta injusticia. Las ollas vacías son un recordatorio doloroso de la falta de empatía y compromiso con los más vulnerables. El pueblo de Corrientes exige justicia y solidaridad, no más promesas vacías.