La frontera correntina sobre el río Uruguay atraviesa una situación crítica y se ha tornado en una zona caliente, donde la inseguridad está a la orden del día y de la noche. Desde Santo Tomé hasta Bonpland los productores denuncian la acción delictiva de cuatreros locales e inclusive bandas armadas llegadas desde Brasil.
Ganaderos denuncian que desde agosto, la situación se ha tornado insostenible. En el caso de Santo Tomé, brasileños cruzan de día en lanchas con motores fuera de borda, armados y con total impunidad, para faenar ganado en los campos de la zona y regresar con la carne a San Borja, donde la comercializan en el mercado clandestino.
En los últimos días, un grupo de delincuentes carneó diez vacas preñadas en un establecimiento ganadero de Santo Tomé. La pérdida económica supera los 13 millones de pesos, pero el golpe más duro es simbólico: la sensación de desprotección absoluta. “Esa gente anda armada. Imaginate si se genera un encuentro con los trabajadores del campo”, advirtió el productor Álvaro Pellegrini, quien en una entrevista con el diario La Nación ayer denunció haber perdido en pocas semanas 18 animales.
AUSENCIA DE
PATRULLAJE EN EL RÍO
Lo insólito -denuncian- es que su campo está a apenas dos kilómetros de un puesto de la Prefectura Naval. Sin embargo, los efectivos no tienen medios para patrullar ni responder con eficacia. “Es desesperante lo que vivimos. Esta frontera siempre fue atacada, pero ahora se potenció. Los cuatreros faenan seis o siete animales, se llevan un cuarto y dejan el resto tirado. Con lo que cuesta criar un vientre durante tres años, es una impotencia bárbara”, lamentó Pellegrini.
La indignación crece porque, mientras del lado brasileño la Prefectura de San Borja detuvo esta semana tres lanchas cargadas con carne faenada de contrabando, en el lado argentino no hay avances. “Toda la costa desde Santo Tomé hasta más allá de Bonpland es zona liberada al abigeato. La Prefectura argentina no controla y la Policía Rural y de Islas (Priar) no tiene equipamiento ni recursos para hacerlo”, remarcan los productores.
Ante la presión del sector en los últimos días, convocaron para hoy a una reunión entre autoridades de la Prefectura, Gendarmería y la Policía Rural de Corrientes para coordinar acciones. Pero en el campo predomina el escepticismo. “Cada tanto se activan operativos y los casos bajan, pero después todo vuelve a lo mismo. No hay continuidad ni inversión”, cuestionan.
El diagnóstico es claro: el Priar carece de móviles adecuados, equipos de comunicación y embarcaciones propias para patrullar el río Uruguay. Los productores reclaman desde hace años más recursos humanos y tecnológicos, sin obtener respuesta concreta.
MÁS RESPUESTAS DE
BRASIL QUE DE ARGENTINA
La comparación con Brasil agrava la indignación. Mientras las fuerzas del país vecino lograron incautar embarcaciones y detener a los contrabandistas, en la costa argentina los controles brillan por su ausencia. “La Policía brasileña sí actúa. Acá, del lado argentino, nos sentimos abandonados. Es una zona liberada”, denuncian los ganaderos.
El Ministerio de Seguridad nacional, conducido por Patricia Bullrich, guarda silencio frente a los reclamos. En la provincia admiten que recibieron denuncias en los últimos meses y que la Policía Rural incluso patrulló con sus propias embarcaciones el río, pero los resultados son insuficientes.
La realidad es que los delitos rurales se multiplican. El robo de ganado y la faena clandestina ya no son hechos aislados sino un flagelo en crecimiento, con bandas organizadas y armadas que operan con absoluta libertad en una frontera caliente.
“Nos cuesta tiempo, trabajo, sacrificio y dinero criar un animal. Que en un día te carneen varios es devastador. Y encima no tenemos protección. Es incalculable lo que estamos sufriendo”, resumió Pellegrini.
Los productores correntinos reclaman respuestas urgentes. Exigen más patrullajes de Prefectura, mayor presencia de Gendarmería, y equipamiento para la Policía Rural. “No pedimos privilegios, pedimos que nos cuiden para poder seguir trabajando. La ganadería y la producción forestal sostienen la economía de la región. Pero así no se puede”, concluyen.