Científicos británicos y estadounidenses enseñaron a estas aves a usar la tecnología para medir el nivel de interacción que podían alcanzar entre ellas. Encontraron que son capaces de generar relaciones similares a la amistad. Los detalles
“¡Hola! ¡Ven aquí! ¡Hola!”, gritaron dos guacamayos viejos después de conocerse por medio de una videollamada. Una conducta que los investigadores de las universidades de Glasgow y Northeastern comprobaron al estudiar los beneficios de estas interacciones virtuales entre los loros, famosos por ser capaces de repetir algunas palabras.
En el experimento, los loros fueron elegidos debido a que viven en grandes bandadas en sus entornos naturales, explicaron los expertos a la revista Smithsonian. Al estar encerrados en ámbitos domésticos, podrían desarrollar tendencias autodestructivas como arrancarse las plumas. Los problemas psicológicos están ligados a las condiciones de aislamiento en las que algunas de estas aves se encuentran.
Con la tecnología en los hogares de sus dueños, los loros fueron libres de ponerse en contacto entre sí con asistencia humana. Las interacciones tuvieron resultados positivos y ayudaron a que estos animales vivieran acompañadas a la distancia con un ser similar a ellos. Algo que es posible ya que estas aves, como algunas otras especies de insectos y mamíferos, tienen habilidades para desarrollar actividades en comunidad. Y, ahora se comprobó, también en un ámbito virtual.
Las videollamadas forjan amistades tanto en humanos como en loros
El estudio fue estructurado en dos fases. La primera tuvo 212 videollamadas en las que los dueños monitoreaban el comportamiento de los loros. La interacción duraba cinco minutos o terminaba antes si un ave perdía el interés o mostraba algún signo de incomodidad. El experimento se aplicó a 18 animales, de las cuales 15 lo terminaron
En la segunda fase se conoció como “llamada abierta”. Los loros podían decidir a cuál de sus nuevos amigos contactar durante dos meses. En total se realizaron 147 videollamadas en las que estas aves permanecieron el tiempo máximo que fue fijado para la etapa. Incluso entendieron que del otro lado de la pantalla había otro pájaro.
“Algunos mostraban sus juguetes, cantaban, jugaban y se ponían boca abajo”, declaró Ilyena Hirskyj-Douglas, la investigadora de interacción animal-computadora en la Universidad de Glasgow al periódico británico The Guardian. En palabras de los expertos, los loros desarrollaron una “dinámica recíproca similar a la socialización humana”, pues las aves forjaron amistades que fueron medidas por medio de la frecuencia con la que eligieron llamar al mismo participante.
Otro de los resultados que sorprendió a los investigadores fue la capacidad de aprendizaje de los loros. Después del monitoreo, los expertos llegaron a la conclusión de que las aves aprendieron nuevas formas de volar, reproducir sonidos y buscar comida después de haber convivido con sus amigos virtuales.
Los animales se transmiten conocimientos y crean su propia cultura
Al igual que los humanos, los animales e insectos son capaces de transmitir conocimientos entre sí. Construyen su propia cultura por medio de prácticas que garantizan su supervivencia en una región geográfica, de acuerdo a las conclusiones del zoólogo escocés Andrew Whiten, de la Universidad de St Andrews.
Un animal aprende al observar y escuchar lo que otro ser de su especie hace, y las aves se caracterizan por contar con esta habilidad. El comportamiento adquirido se transmite hasta que se convierte en una característica. Además de los mamíferos y las aves, los peces e insectos suelen recurrir a este método que sobrevive a través de las generaciones, según el estudio de Whiten “El creciente alcance de la cultura animal”.
El zoólogo explicó en entrevista con BBC que tanto los humanos como los animales usan este aprendizaje como una forma de crear una cultura en la que existen prácticas específicas y propias de una una comunidad. En este proceso también se define quién sobrevive y se adapta, lo que conforma una muestra de la evolución.